domingo, 30 de diciembre de 2007

¿Quién es el membrillo que lleva así el coche?

Tras explorar el interior, la ardilla Scrit pudo por fin averiguar quién era el membrillo que conducía tan mal su coche, aunque se quedó un poco sorprendido por el resultado.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

La maldición de la llave de bronce (2)

Ben Celaf aprendió rápido del genio de la lámpara que pedir deseos es una negociación compleja. Cuando empezó diciendo "sólo tengo un deseo: poder pedir infinitos deseos", el genio enseguida replicó: "eso no es posible, hay reglas, ¿sabes?". Y es que en el mundo de los genios, oculto a la vista de los humanos existe un reglamento implícito, que establece unos pocos principios a los que todos los genios están sujetos, pero que por otro lado les deja amplia libertada para intentar engañar a los humanos.

"Nada es infinito ni eterno, pero la indefinición puede prolongarse en el tiempo", le comentó el genio. "Y por supuesto, el máximo de concesiones que estoy dispuesto a hacer a cambio de mi libertad es de tres".

El artesano comprendió en seguida que el primero era un principio de su reglamento, pero el lenguaje del genio le permitió entrever que el número de concesiones podría ser objeto de negociación.

Anabel se puso muy contenta porque había encontrado un mejor comprador para la llave de bronce que los comerciantes del rastro. Cuando el vecino torero le dejó que pusiera el precio, Anabel pensó en un viaje por Europa, y tras la primera sorpresa cuando el torero le dijo "¡Hecho!"; se dio cuenta que debía de ser un objeto valioso. Pero Anabel no se dejó llevar por la codicia, y esa misma tarde habían consumado la transacción.

Al día siguiente, Anabel estaba esperando a Bernardo, con el que tenía que ir a la universidad, para contarle las buenas noticias: ¡Podrían ver París, Londres, Berlín...! Seguro que sería mucho mejor que aquel viaje a Granada, aunque ese tampoco había estado mal... y cuando estaba pensando en esto, ella también se convirtió en una estatua de bronce.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Desafío por agua

Allá por la Edad Media, tenían unas curiosas ideas de la justicia. Un ejemplo curioso era la ordalía o juicio de Dios, en la cual básicamente un acusado demostraba su inocencia consiguiendo que Dios le salvase milagrosamente de una situación en la que normalmente resultaría herido gravemente, como sumergir una mano en agua hirviendo.

También había variaciones mucho más leves, como la famosa prueba en la que había que masticar y tragar un puñado de cerales o arroz (y que tiene remotamente una base científica, ya que la tensión que puede producir la mentira disminuye la secreción de saliva y dificulta masticar... claro que un inocente nervioso también puede sufrir los mismos efectos).

Una tradición más germánica (y por tanto no practicada en España) era el Duelo judicial o "pugna duorum", en el que básicamente se resolvía una disputa mediante un combate o un duelo, bajo el principio de que los dioses ayudarían al que tuviese razón y le haría ganar. Esto realmente se transforma en una vieja ley de la jungla: la ley del más fuerte.

En esta tradición tiene origen la tradición de los duelos como manera de resolver disputas de honor, la más duradera de estas peculiares maneras de justicia, hoy en día ya abolidas... ¿o no?

Sería curioso aplicar esto en la oficina: ¿Tienes una discrepancia con el departamento de enfrente sobre la idoneidad de sus predicciones de mercado o de evolución de la cotización del dólar? Pues rétale a un desafío por el agua.

En nuestra nueva oficina tenemos todos los elementos necesarios para ello: al lado del restaurante hay una tienda cuyo objetivo es ayudarnos para comprar algunas de las cosas más indispensables sin tener que andar un kilómetro hasta el centro comercial más cercano. Como por ejemplo...

barcos de agua teledirigidos. Bueno, pues para resolver la disputa, cada departamento compra uno (ahora están de oferta, sólo 35€ el par) y nombra un campeón (si necesitan motivación, se les puede regalar un DVD de Troya y que se inspiren en la escena inicial para pensar que están salvando a sus compañeros de una muerte innecesaria)

La batalla consiste en una carrera de velocidad en la pista de velocidad alrededor de edificio, aquí se puede ver el lugar del comienzo, con una recta donde se mide la potencia de los motores.

la primera curva es un poco cerrada... bueno en realidad es una esquina. Nótense las cámaras de vigilancia que se pueden usar también en caso de disputas sobre quién es realmente el vencedor.

y la llegada se produce de manera triunfal saltando a este lago del vencedor



martes, 4 de diciembre de 2007

La maldición de la llave de bronce

Esta historia comienza en Granada, donde en el reinado de un rey nazarí, un artesano del metal llamado Ben Celaf examinaba la chatarra que había comprado, para transformarla en una pieza esencial de para los muebles en ese momento: llaves y cerrojos.

Entre la chatarra había una vieja lámpara de bronce. Por supuesto, con un genio dentro. Pero Ben Celaf ya había leído las Mil y una noches, y pensaba que sabía como tratar a los genios. Así que ahí comenzó una batalla de ingenios.

Mucho más tarde, en la última parte del siglo XX, un honorable barrendero madrileño llamado Anastasio Bravo Caballero encontró cuando ejecutaba su duro trabajo una bella llave de bronce, muy elaborada: "Hay que ver lo que tira la gente a la calle", pensó, "por esta llave seguro que me puedo sacar unos durillos en el Rastro, para el regalo de cumpleaños de Anabel". Y se la metió en el bolsillo.

Pero al día siguiente, cuando le tocaba volver a ir a trabajar pensó que la llave le pesaría mucho y la dejó en casa, pensando en llevarla al Rastro el domingo.

Y así, cuando esa mañana estaba trabajando en la plaza de Jacinto Benavente, pensó en el regalo que compraría para su hija Anabel. Y mientras en eso pensaba, se dijo "la verdad, cómo ha crecido... cómo echo de menos cuándo aún era una niña". Y de repente quedó transformado en una estatua de bronce. Y ahí se ha quedado hasta nuestros días, pensando en su hija Anabel.