Tras recorrer el mundo dos veces, cartografiado tres ríos y cuatro cordilleras, establecido tres nuevos pasos y habiendo donado una pierna al frío y los los ataques cylon, el explorador invisible por fin se bajó del coche y se dirigió a su casa a por un bien merecido descanso.
Pensaba por fin jubilar su bota, que tan buen servicio le había hecho. Una lástima que el fabricante hubiese quebrado víctima de la crisis y vendido la marca a una compañía asiática. Le sería difícil encontrar un sucesor.
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