Tuvo que rastrear entre los precedentes legales para encontrar un albacea sustitutivo de Anastasio. Y cuando finalmente lo encontró, dispuesto a hacerse cargo de la subasta de las pertenencias de Aguileño, la recompensaron prescindiendo de sus servicios (aunque a cambio de una buena indemnización). Así que Andrija se volvió a Zagreb a buscar un nuevo empleo en otro bufete de abogados.
Mientras esperaba para hacer una entrevista se decidió a dar una vuelta por Tkalsiceva y al comprobar que el reloj de sol de ese parquecillo en no funcionaba (porque estaba nublado), comenzó a echar de menos la cantidad de relojes que había por las calles de Madrid... Y desde entonces está por ahí, con el paraguas por si llueve.