y con todas los lujos japoneses habituales, como los inodoros electrónicos (aunque hay quien piensa que es una conspiración para ahorrar en bidés)
O un espejo que mágicamente siempre tiene un cuadrado que no se empaña
y claro, se da cuenta que el espacio es el verdadero lujo, y que sólo está reservado para otros hoteles.
Por cierto, que en el hotel insistían en añadir todas las mañanas unos nuevos botecitos de jabón, y el último día el borde de la bañera empezaba a estar un poco masificado, y me recordaba una antigua anécdota que circulaba por internet sobre problemas de jabones en el baño.
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